Siempre que he viajado lo he hecho de manera económica, y no me quejo, pues puedo decir que visitado ciudades y países que otros jamás soñarían con ver. He estado en casi toda España, he pisado Francia, Inglaterra, Italia, Alemania, Mónaco, Túnez… pero siempre lo he hecho mirando bien el bolsillo y guardando para que no faltara nunca.
Si contaba con 300 euros de presupuesto y quería visitar un número determinado de monumentos, museos e incluso espectáculos sabía que tenía reducir, y mucho, la partida destinada al alojamiento así que, en la mayoría de ocasiones optaba por campings u hostales, algunos escogidos con mayor o menor acierto, pero todos muy económicos. Sin embargo, ahora que tengo un sueldo decente, no quería conformarme con eso: siempre tengo tiempo de volver a llenar mi mochila y subirme al primero medio de transporte que vea para seguir recorriendo mundo ¿no? Así que ahora que tengo oportunidad, quería un hotel de lujo, donde me trataran como a una reina, donde la habitación oliera a rosas cada vez que abriera la puerta y donde comiera manjares de dioses. No era necesario irse demasiado lejos, el destino esta vez no me importaba demasiado porque no se trataba del dónde, sino del cómo, y por eso elegí, de entre toda la oferta de hoteles 5 estrellas que hallé por la red, el que para mí era el mejor en cuanto a servicios ofrecidos es instalaciones y luego miré donde estaba ubicado: Barcelona. “Perfecto”, pensé… “Ciudad Condal, ¡Allá vamos!”.
Y así es como decidí pisar la recepción del Bòria Bcn, un hotel de lujo de Barcelona levantado en pleno barrio gótico, construido dentro de uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad donde cada rincón tiene una historia que contar.
Fui yo sola, no penséis que tenía intención de hacer algún viaje romántico o con amigas locas que pretenden pasarse todos los días de fiesta loca entre playas y discotecas, y quise que fuera así porque era mi momento, m oportunidad, mi instante para darme cuenta de que todo ha cambiado, de que ya no soy esa joven alocada que se subía a un tren y se bajaba donde fuera que le gustara el paisaje y que tengo una estabilidad, tanto para lo bueno como para lo malo, y esta oportunidad de viaje es una de esas cosas buenas que tiene.
Viajes para singles, no gracias
Algunos dicen que lo que yo he hecho es un viaje de Single, pero yo no estoy de acuerdo. Para mí los viajes singles son aquellos que realizan algunas personas para conocer nueva gente y ligar, siempre ligar. Mi caso es diferente, yo sólo quiero tranquilidad para encontrarme a mí misma, nada más. Para percibir el entorno y el contexto en el que me muevo ahora, para aprender a ser feliz.
Dicen que los destinos idóneos para viajar solos están demasiado lejos como para pensar en hacerlos porque hablan de Nueva Zelanda, Japón, Dinamarca, Indonesia, Costa Rica o hace un viaje más interno o peregrino como El Camino de Santiago. Yo no estoy de acuerdo, yo creo que cualquier destino es bueno si es el que decides tú, sin nadie que te cohíba ni nadie que te coaccione o convenza de lo contrario.
Yo descubrí que he madurado, que no necesito lo mismo que antes y que ahora puedo elegir entre un mayor número de posibilidades, simplemente porque tengo más conocimientos. ¿Y tú? ¿qué aprenderías de un viaje en soledad para encontrarte contigo mismo?