Nunca he sido una de estas jóvenes que a los 16 años están soñando con tener una moto. Para nada. Pero ahora que he visto la comodidad que puede aportarte tener una no puedo evitar quererla, pero no una cualquiera, no, quiero una piaggio como las de ese concesionario a la que os redirecciono.
Me encantan, son tan cool. Me siento diferente cuando monto en una de ellas porque son ligeras y parece que vuele sobre el asfalto. Soy más libre. No sabría explicarlo de otro modo pero a cualquiera que os gusten las motos debe pasarle algo parecido a lo que me pase a mí y el caso es que yo nunca antes he tenido ninguna pero ahora que trabajo en el centro de la ciudad y que mi hermano me dejó la suya vieja para probarla pues… me he enamorado. Es un chollo porque llegas con ella hasta la puerta de cualquier sitio y puedes aparcarla en cualquier rinconcito porque no molesta y siempre hay hueco para ella así que ahora mismo pienso lo que jamás pensé que pensaría: quiero una moto, quiero una piaggio.
Sin embargo entiendo que la gente en general les tenga miedo. Pensarlo por un momento. Si te das un golpe con el coche puede que el chasis frene el impacto y tú salgas sin un solo rasguño o muy poco magullado pero en la moto el chasis eres tú, es tu cuerpo, así que el golpe, con la potencia que tenga, va a ir a parar a tus costillas, a tus brazos, a tu cara… Además por no hablar de que tienen mucho menos estabilidad.
Si bien es verdad que ahora han sacado una serie de motos con tres ruedas la verdad es que aún no están muy extendidas y las motos de dos ruedas pierden la estabilidad con demasiada facilidad. Algo a tener en cuenta es el grosor de la rueda porque cuando más estrecha sea menos estabilidad tendrá esa moto.
Ahora bien, si me paro a pensar en todo lo malo que tienen las motocicletas no me la compro y acabo bajando al trabajo en autobús así que a lo mejor lo que debo de hacer es no pensar. ¿Verdad? Esto lo digo porque si nos detenemos un poco y nos damos cuenta de los peligros que nos rodean diariamente acabaríamos saliendo recubiertos de trajes de burbujitas hechos con esos plásticos con los que se envuelven las vajillas y las cosas de cristal que sean muy frágiles, y eso si salimos. Así que al final lo mejor es no pensar… tampoco es plan de lanzarse del avión sin paracaídas ¿eh? Me refiero a que hay que vivir la vida y dejar de pensar demasiado pero sin hacernos los locos ante los peligros, que tampoco vamos a ir por ahí haciendo burradas que puedan hacer daño a los demás o a nosotros mismos.
Conclusión después de todo este lío: quiero una piaggio.