No somos pocos lo padres que pensamos que la música debería formar parte de la educación de nuestros hijos. Por desgracia, esta disciplina no está integrada en los planes de estudio oficiales; al menos, como debería estarlo. La música que se enseña en las escuelas se hace a nivel muy elemental y, con frecuencia, dentro de actividades extraescolares. Los padres que queremos que nuestros hijos estudien música debemos acudir a conservatorios, academias y escuelas de música.
Después de la Segunda Guerra Mundial, el Reino Unido hizo una reforma del sistema educativo. Amplió la enseñanza obligatoria hasta los 16 años, cuando en los años 50, lo habitual es que los hijos de familias trabajadoras en Europa abandonaran los estudios entre los 8 y los 12 años.
Gran Bretaña incluyó en el programa de estudios la enseñanza musical. No es extraño que 10 o 15 años más tarde explosionaran en Inglaterra toda una serie de grupos como los Beatles o los Rolling Stones, de los que 60 años después continuamos hablando. Desde la década de los años 60, Inglaterra se convirtió en un referente de la música popular para todo el planeta. Lo hizo porque formó músicos.
La música es un vehículo de crecimiento para los niños. Los profesores de Piccolo, una escuela de música de Mislata (Valencia), que ha desarrollado un revolucionario método de enseñanza musical, “All Mozart”, que se ha exportado con éxito a otros países, dicen que detrás de cada niño hay un artista en potencia. La música les permite sacarlo a la superficie.
Además de proporcionar un canal para que el niño encauce su creatividad, la música educa en valores tan importantes como la disciplina, la perseverancia, la superación personal, el trabajo en equipo. El niño se hace consciente de su importancia con resultados que puede comprobar con facilidad. Como el hecho de que cada vez domina mejor un instrumento o que puede interpretar piezas más complicadas. Acciones que suben la autoestima del chico y le dan ganas de continuar avanzando.
Los beneficios para los niños de estudiar música.
El blog del colegio concertado de Madrid San Pablo Montepríncipe destaca lo importante que es comenzar con la educación musical desde la enseñanza infantil. Que un niño empiece a dominar un instrumento antes de los 7 años tiene efectos positivos para su cerebro.
Según este colegio, estos son algunos beneficios de estudiar música en la infancia:
- Mejora la actividad neuronal. El aprendizaje y la interpretación musical ejercita varias funciones cerebrales al mismo tiempo. Como la concentración, la memoria, la coordinación psicomotora. Es uno de los ejercicios mentales más completos que existen.
- Mejora la habilidad de resolver problemas matemáticos complejos. La lectura de una partitura musical activa la zona del cerebro relacionada con las operaciones matemáticas.
- Desarrollo de habilidades sociales e individuales. Con la enseñanza musical, el niño trabaja la comunicación, el trabajo en equipo y mejora su autoestima. Aspectos que son importantes en su formación.
- Satisface su curiosidad primaria. En las primeras etapas de la infancia, el niño es una esponja que lo absorbe todo. Está descubriendo el mundo. Tiene ansia por conocer. La música y los sonidos forman parte de ese universo que desea descubrir.
- Mejora la memoria y la concentración. Un niño con una formación musical constante tiende a memorizar con más facilidad, ya que es una faceta que la música le obliga a ejercitar.
- Fomenta la creatividad. La música es un arte. Como tal, ejercita el hemisferio derecho del cerebro, el relacionado con la imaginación, la creatividad y el pensamiento abstracto.
- Refuerza el lenguaje. La música no deja de ser un lenguaje. Dominarlo, ayuda al niño a que se pueda expresar mejor oralmente y a que desarrolle una mayor facilidad para aprender otras lenguas.
- Mejora la motricidad fina. Al tocar un instrumento ejercitamos la movilidad de las manos, de los dedos y, en ocasiones, de los pies.
- Aumenta la sociabilidad. La clase de música, la academia o la escuela musical son para el niño un ámbito social donde se relaciona con otros niños y adultos que comparten con él una afición.
- Expresión emocional. Con la música el niño aprende a gestionar sus emociones y le brinda un vehículo con el que poder expresarlas.
- Mejora de la autoestima y la confianza. El progreso continuo del estudio musical resulta enriquecedor para un niño. La posibilidad de poder compartir sus avances con los demás, cuando toca una pieza musical en público o participa en una actuación, es un revulsivo que le aporta confianza en sí mismo.
La música es una carrera de formación.
Todos los músicos te lo dicen. La música es un área de la vida donde nunca dejas de aprender. Da igual que seas una eminencia en tocar un instrumento. Siempre descubres cosas nuevas, perfeccionas tu técnica y te planteas nuevos retos.
En realidad, estudiar música es un proceso formativo en el que la persona se pone el límite.
A nivel oficial, la enseñanza de la música está dividida en tres niveles. Enseñanzas elementales, enseñanzas profesionales y enseñanzas superiores.
La enseñanza elemental tiene una duración de 4 cursos. Un niño puede empezar a estudiarla a partir de los 5 o 6 años. En esta etapa, el niño aprende teoría musical básica y solfeo. El estudiante aprenderá a leer una partitura y a escribirla. A mediados de esta formación, se introducirá al niño en el manejo de un instrumento. Conocerá su funcionamiento y se irá haciendo con un repertorio de piezas musicales acorde con su nivel de formación. En este periodo también se le enseña a tocar en grupo, a coordinarse con otros músicos. El niño se introduce en el mundo de la música, compatibilizando esta formación con la educación oficial que le corresponde, por lo general, la enseñanza primaria.
La enseñanza profesional de música o ciclo medio tiene por objetivo el perfeccionamiento técnico en el manejo de un instrumento. Tiene una duración de 6 años, y en él se aprende armonía, análisis musical e historia de la música. En algunas comunidades autónomas como la Comunidad de Madrid se conoce como bachillerato musical y se compatibiliza con la enseñanza media oficial. Es decir, un adolescente que termina ambos estudios, tiene un doble bachillerato. El que ha estudiado en su instituto y el que ha recibido en el conservatorio. Durante este periodo, el estudiante está capacitado para participar en una orquesta sinfónica, en una banda de música o en una agrupación musical.
La enseñanza superior es lo que se conoce como carrera musical. Es equivalente a un grado universitario y se imparte en conservatorios y centros acreditados por el Ministerio de Educación. Tiene una duración de cuatro años y es a la que se refiere un músico cuando te dice, por ejemplo, que tiene la carrera de piano. Con esta formación superior, el estudiante puede dedicarse profesionalmente a la música, en cualquiera de sus especialidades profesionales. Desde la docencia hasta la interpretación.
Las escuelas de música de Valencia. Un ejemplo de formación.
El periódico digital La Tinta de Almansa dedica un artículo a ensalzar el papel tan importante que han desempeñado las escuelas de música valencianas surgidas a raíz de las sociedades musicales.
Que existe una tradición arraigada en la Comunidad Valenciana de bandas de música es un dato que no se le escapa a nadie. Sin embargo, que esto sea así, obedece a la labor persistente de una serie de músicos locales que llevan casi 150 años empeñados en realizar esta tarea de promoción cultural de forma independiente.
La existencia de las bandas de música ya se recoge en la novela “Cañas y barro” de Vicente Blasco Ibañez, publicada en 1902.
Las bandas valencianas se dedicaban ya entonces a amenizar fiestas populares con sus alegres pasacalles y manifestaciones religiosas, como las procesiones de Semana Santa, a la par que ofrecían conciertos en los quioscos habilitados en plazas y parques para deleite de sus vecinos.
Las bandas se convirtieron en un orgullo de la comunidad. Tanto es así que no había pueblo o barrio en Valencia que no tuviera su propia agrupación musical. En ocasiones, tenían dos o más, que entraban en sana competencia entre ellas, posicionando a los vecinos por una o por otra como si fueran aficionados de un equipo de futbol.
Para formar las bandas y perpetuarlas en el tiempo, las agrupaciones ponían en marcha escuelas de música en las que formar a los futuros músicos que pasarían a engrosar la agrupación.
En sus escuelas de música tenían cabida aquellos estudiantes que no tenían acceso a los conservatorios. Bien por falta de medios o porque no existía uno en la localidad.
Las escuelas de música se dieron cuenta de que cuanto más jóvenes cogían a sus alumnos, mejores músicos formaban. En estas escuelas primaba la vocación, el talento y el esfuerzo de los estudiantes sobre el poder adquisitivo de la familia. El hijo de un labrador, si se esforzaba, podría llegar a ser un buen músico y hasta ganarse la vida con ello. Una labor educativa admirable.
Hoy, muchas de estas escuelas de música ofrecen formación oficial como si fueran un conservatorio.