Creo que he organizado una despedida tan buena que nunca, nadie, jamás, podrá igualarla, ni siquiera cuando organicen la mía propia lo que, en realidad, es un poco triste. La celebración tuvo lugar el fin de semana pasado y llevaba organizándola unos tres meses, poco tiempo a decir verdad teniendo en cuenta la que monté, pero salió todo a pedir de boca.
Al principio todo esto se me presentó más como un problema que otra cosa porque la homenajeada en la despedida, mi mejor amiga, tiene a la familia repartida por el norte de España y eso me dificultaba, mucho, poder juntar a todas sus amigas y familiares en un mismo punto. Lo pensé mucho y me dije: ¿y por qué no somos nosotras, sus amigas, quienes hacemos la ruta con ella hasta sus familiares? Dicho y hecho, fue una pasada.
Le pedimos que hiciera la maleta para dos días pero sólo la avisamos de que la fiesta empezaría un viernes a las 19:00 y acabaría un domingo a la misma hora. Casi nos mata cuando se lo dijimos pero al final fue una experiencia única que no olvidará jamás.
De Madrid a Cantabria y de ahí a Asturias
A las 19:00 en punto la recogimos, a ella y a su maleta, y con los ojos vendados nos la llevamos hasta Daho Madrid, un local de fiestas que habíamos alquilado para que la noche del viernes fuera la más divertida y loca de su vida. Vinieron sus compañeras de trabajo, sus amigas y familiares que residen en Madrid y nos juntamos unas 20 personas allí dentro. Hubieron juegos, cena y luego fiesta con bailoteo hasta las 3.30 de la madrugada, hora en la que salimos del local para dirigirnos al hotel donde habíamos alquilado dos habitaciones triples para las 6 chicas que continuaríamos la aventura.
A las 8 en punto de la mañana tomamos un tren, maleta en mano, en dirección a Santander, donde las mujeres de la familia de su padre nos esperaban a las 12 en punto del medio día en la estación. Nos recibieron entre besos y abrazos y nos llevaron a sus casas, donde nos alojaríamos, para dejar las maletas y luego vernos todas juntas otra vez a las 13:00 en punto. Allí había contactado con esta empresa especializada en despedidas de soltera en Cantabria que nos preparó una barbacoa buenísima y un par de actividades para la tarde. Hicimos hidrospeed y una ruta en buggie chulísima.
Pasamos la noche repartidas en las casas de las familiares de la novia y a la mañana siguiente cogimos otro tren en dirección a Asturias, lugar donde residen las mujeres de la familia de su madre. Allí solo podíamos estar hasta las 3 de la tarde, hora en la que salía el tren de vuelta a Madrid, así que pasamos pocas horas en Avilés pero lo nos divertimos a lo grande en Objetivo Escape, una sala de Scape Room en la que había reservado para dos grupos de 6 y de la que no consiguió escapar ninguno de los dos, por lentas, pero nos reímos como nunca.
A las 19:00 en punto estábamos de nuevo en Madrid, tal y como habíamos prometido, y a pesar de que el grupo de 6 que vivimos todo el fin de semana nos gastamos la friolera de 250 euros por cabeza, mereció la pena. Ahora… ¡a ver quién me iguala organizando algo parecido!