Siempre he dicho que yo, cuando llegue a la vejez, no seré una carga para nadie. Si puedo permitírmelo acudiré yo misma, y por mi propio pie, a una residencia para mayores o a apartamentos tutelados donde tenga ayuda y vigilancia las 24 horas de día. Eso no significa que renuncie a mi familia sino que prefiero seguir siendo independiente sin la ayuda de los míos, para que ellos tengan libertad de hacer lo que les dé la gana y yo también.
Eso es algo que he dicho siempre, desde hace muchos años, y lo mantengo hoy en día, pero lo que no me esperaba es que mi madre, con 68 años, pensara exactamente igual que yo. Hace tres meses nos dio la noticia que de que iba a ir a vivir a los apartamentos tutelados de Sanvital, en Madrid. Por lo visto estuvo dudando mucho entre ellos y la residencia de Barcelona Benviure pero se decantó por la primera por proximidad a su familia ya que todos residimos en Parla y, cuando nos dio la noticia, nos dejó a todos helados.
Por lo visto también estuvo viendo la posibilidad de ir a un centro de día, tipo Centros Frama, pero pensó que estaría mejor en una residencia.
Jamás, nunca, mai, never de los jamases había comentado nada al respecto ni había dejado caer que tuviera ninguna idea parecida y de pronto nos salió con eso dejándonos a todos locos. No es que lo vea mal, yo pienso igual, pero ni mis hermanos ni yo hemos tenido nunca problemas para ayudar a mi madre y a día de hoy ella es totalmente independiente, no tiene ningún problema físico ni mental que le impida realizar ninguna tarea o salir a pasear con sus amigas así que esta noticia ha sido inesperada por todos nosotros.
Mala imagen
Hoy en día, el miedo a ingresar a cualquier familiar en una residencia geriátrica es muy grande debido a la mala fama que han dado a este sector algunas residencias en concreto. Desde hace unos años, hay noticias sobre maltrato a ancianos y mala gestión de centros asistenciales casi cada mes en los medios de comunicación y eso no facilita que alguien esté tranquilo ingresando a su madre, padre o abuelos en ningún sitio de estas características. Sin embargo, también es verdad, que hay verdaderas maravillas en nuestro país.
Ambas residencias que he nombrado, Sanvital y Benviure, con impresionantes. No sólo por el nivel profesional de sus trabajadores o por sus instalaciones sino porque son como una ciudad pequeñita donde los internos tienen acceso a cientos de actividades y viven de manera independiente, aquellos que pueden, pero con la seguridad de saber que tienen a personal especializado atento a ellos por si tienen alguna dificultad.
Mi madre ingresará en Sanvital el próximo 1 de agosto y aunque estamos muy tristes también hemos aceptado la situación y somos conscientes de que allí estará mejor que viviendo sola, por mucha ayuda que nosotros le demos. Nuestra tristeza se basa sobre todo en los pequeños de la familia, mis hijos y sus primos, porque están muy unidos a su abuela y, hasta ahora, podían ir a visitarla casi todas las tardes, cosa que no podrán hacer a partir de agosto porque aunque estemos cerca (más o menos), hay un buen camino entre mi casa y la residencia Sanvital.
Desde aquí, lo único que pretendo hacer, es tranquilizar un poco a aquellos familiares que estén en mi misma situación o a aquellas personas que estén pensando en hacer algo parecido porque decidir residir en un centro asistencial no significa aislarte del mundo ni perder a la familia, al menos si no es lo que quieres.
Debo recordar que también existe la posibilidad del cohousing, aunque es un término poco acuciado aún en nuestro país. Explicado pronto y mal viene a ser la creación de una asociación de personas mayores que quieren vivir de forma independiente pero con ciertos servicios que les hagan la vida más fácil y sin tener que depender de una empresa concreta. Para eso, juntos, compran un terreno o un edificio y levantan lo que sera su nuevo hogar. En otras ocasiones se hace en edificios de nueva construcción o las propias constructoras son las que ofrecen esta posibilidad de modo que los interesados compran el piso a sabiendas que, al mes, van a pagar una especie de cuota que servirá para cubrir ciertos gastos comunitarios como actividades, limpieza de hogar e incluso servicio de comedor. El problema es que habrá que esperar unos años a que este modo de vida se implante realmente en nuestro país.