Si vas al gimnasio, y digo ir, no solo estar apuntado, tienes que tomar nota de lo que te voy a contar. La verdad es que yo nunca imaginé que el gimnasio se iba a convertir en uno de mis lugares favoritos. La verdad es que yo era más de bar, de terraza o incluso de irme a dar una vuelta con los amigos en bicicleta, pero nunca sabía que esto del gym, iba a ser como una droga, pero de las buenas.
Es cierto que durante años lo evité. Siempre ponía excusas. De esas que todos hemos puesto: no tenía tiempo, era aburrido, no era para mí. Pero un día, después de una temporada particularmente difícil, sentí que tenía que cambiar algo en mi vida.
La verdad es que hoy puedo decir con total honestidad que ir al gimnasio es una de las cosas que más disfruto y de las que más orgulloso estoy. Es mi segunda casa, mi terapia, mi espacio. Y como suelo decir la verdad es que ir al gimnasio es como sentirme vivo. Pero después de aburriros un poco con mi historia, vamos a lo práctico. Porque ya tenemos motivación.
Tengo cinco ejercicios que nunca dejo pasar. Son casi rituales que han servido para darle forma a mi cuerpo. Y oye, que eso de sacarte la camiseta en la playa y sentir que todo el mundo te mira mola. He de reconoce que hace años era de los que no me quitaba la camiseta, y se lo hacía era lo justo. Me dolía en el alma cuando me quitaba la camiseta y notaba mis lorzas.
En el gimnasio
Así pues, estos son los cinco ejercicios que siempre hago en el gimnasio.
El primero es el press de banca. Nada como acostarse en ese banco, tomar aire y empujar el peso hacia arriba. Es cierto que me hace sentir fuerte, como si estuviera levantando más que solo el metal. Es como una especie de metáfora de mi vida, donde puedo levantar todo lo que ha pasado por mi vida.
El segundo es la sentadilla. Me costó al principio, lo admito. Pero ahora me encanta. Esa tensión en las piernas, ese esfuerzo del cuerpo entero… Me recuerda que estoy plantado firmemente en la tierra, que tengo raíces.
Tercero: remo con barra. Es uno de los que más me conectan conmigo mismo. Cada tirón es como una conversación entre mi mente y mis músculos. Me ayuda a mantener la espalda fuerte y, de paso, enderezar los días torcidos.
El cuarto es la cuerda para saltar. Me gusta intercalarla entre ejercicios. No solo eleva el ritmo cardíaco, sino que me hace sentir niño otra vez, libre. Cuando salto, todo se apaga: las preocupaciones, el ruido, el mundo.
Y el quinto… el mejor de todos: la sauna. Sí, como lo oyes, es mi momento preferido de ir al gimnasio. Después de entrenar duro, entro en ese espacio caliente, envuelto en vapor, y me dejo ir. Es el momento en el que todo se vuelve más tranquilo en mi vida. Me relajo, respiro, pienso. A veces no pienso nada. Solo estoy y yo creo que ya solo con eso me conformo.
Y esto de la sauna crea adicción, hasta el punto de que he comprado una para mi casa. Y es bien fácil, en mi caso la empresa Sauna Luxe me puso en marcha una sauna finlandesa, que son las buenas.
Es, por supuesto, de menor tamaño de las que hay en el gimnasio, para una sola persona. Está fabricada en paneles machihembrados de madera de Abeto sueco, con nudos y al natural, o en madera tropical de Ayous, tratada y sin nudos. Y la verdad es que es una gozada.
Además, tiene el suelo en rejillas de madera de Ayous desmontables y puerta con bastidor macizo reforzado y cierre hidráulico. Se adapta perfectamente a lo que tengas en tu hogar.
Ya terminamos. No sé si el gimnasio le puede cambiar la vida a todo el mundo, pero a mí sí. No solo tengo más fuerza y duermo mejor. También me conozco más y mejor. He aprendido a quererme más en la vida. Por eso, de verdad, y os lo digo de corazón.
Así pues, cuando digamos que no tenemos tiempo para ir al gimnasio, tenemos que ser conscientes de que siempre se puede sacar unos minutos para ir. De verdad os lo digo de corazón que vais a notar que todo cambia en vuestra vida. Tanto el cerebro como el cuerpo. Es vuestro momento.