¿Por qué siguen habiendo hombres que se empeñan en pensar que las mujeres no podemos ser aficionadas a los coches? Bueno, no es que no podamos, es que según ellos no tenemos ni idea. Es como el fútbol, si eres mujer lo normal es que no te guste y no tengas ni idea. Esto es algo que entre las nuevas generaciones no se suele ver, demasiado, pero aún quedan hombres, e incluso mujeres, que piensan así y que no sobrepasan los 30 así que esta mentalidad no está del todo erradicada y falta mucho para conseguir que desaparezca.
Yo adoro los coches, el sonido de sus motores, oler la tapicería y me encanta curiosear todas las “pijadas” que llevan los nuevos modelos. Obviamente, como toda amante de coches, siempre he querido tener un coche de gama alta, de una buena marca, atractivo, que me hiciera lucir como nadie en carretera, pero no es tan fácil conseguirlo, más que nada porque mi sueldo no es demasiado elevado, es más bien justito.
Hace unos meses, con motivo de mi 35 cumpleaños, mi novio alquiló un BMW chulísimo en mouronte.com y me hizo pasar un día maravillosos. Me recogió montado en un BMW blanco precioso que, por supuesto, dejó de conducir en cuanto bajé a la calle porque me senté en el asiento del piloto y no me levanté en dos horas. Estuvimos conduciendo por carretera y lo metí un rato en autovía también. Fue una pasada. Si yo tuviera un coche así no habría quien me aguantara, estaría todo el día hablando de él y de lo bien que lo cuido porque lo tengo todo pensado: si alguna vez consigo un coche así haré un viaje anual a Granada para que me hagan una revisión completa en Talleres Paiz, los mejores talleres nacionales de BMW y llevaría todo apuntado en una libreta dentro de la guantera, para no perderla nunca. Lo enceraría cada mes e incluso limpiaría la tapicería con un producto que, cuando lo echas, huele a nuevo… Buah… sería una auténtica pasada.
Después del paseo me puso el GPS que ya tenía preparado y me dijo que siguiera las indicaciones que me daba el aparato. Llegamos hasta un restaurante en la playa, en un acantilado, cuya terraza estaba prácticamente flotando en el aire. Fue increíble. La comida estaba deliciosa y las vistas magníficas. Después de comer volvió a poner el GPS y tuve que seguirlo de nuevo con mi flamante BMW por un día y llegamos a un centro de spa que, aunque por fuera no me dio muy buena pinta, por dentro era una maravilla. Estuvimos dos horas entre aguas termales y chorros fríos y caliéntese y después, una buena ducha y a casa. Me dio hora y media para arreglarme y volvimos a salir con el coche, a dar una vuelta de nuevo y luego a cenar en un restaurante romántico. Fue un día que me encantaría repetir una y otra vez.
A la mañana siguiente, antes de las 11, tuvimos que devolver el BMW y mi sueño acabó ahí pero la experiencia fue única y me sentí como una reina.
Ahora, la próxima vez que algún “Macho ibérico” quiera decirme que no tengo ni idea de coches y que no sé apreciarlos tendrá que salir huyendo de mí porque es posible que se me escape algún que otro golpe directo a su entrepierna.
