Cómo superar el miedo al dentista.

Aunque parezca raro a estas alturas, todavía hay gente que presenta reticencias a ir al dentista. No estamos hablando solo de niños, también de adultos. Abordamos por qué existe ese miedo y cómo superarlo.

Hablando con los odontólogos de Clínica Dental Plaza Prosperidad, una clínica dental ubicada en este conocido barrio de Madrid, nos cuentan que el miedo a acudir al dentista se vence inspirando confianza y cercanía al paciente, Aquí, la comunicación fluida entre el profesional y el usuario es clave. Hay que saber escucharlo e informarle de todos los pasos que vamos a seguir.

De una manera inconsciente, asociamos dentista con dolor. Actualmente, no tendría por qué ser así. La tecnología en el campo de la odontología se ha desarrollado considerablemente en los últimos tiempos. Cada vez se utilizan métodos menos invasivos, más cortos en el tiempo y más efectivos para el paciente.

Baste con poner el ejemplo de cómo la ortodoncia invisible, invisilim, ha sustituido en gran medida a los aparatosos sistemas de alambres y brakets que se empleaban para corregir la colocación de los dientes.

Siglos atrás, del cuidado de la salud dental se encargaban los barberos. En el mismo sillón reclinable en el que cortaban el pelo y afeitaban la barba, sacaban las muelas picadas con unas tenazas, sin anestesia. Algunas personas enfermaban tras la operación. Se ganaron entonces el apelativo de “sacamuelas”. Parecían un personaje tenebroso sacado de una película de terror de Serie “B”. Entonces sí que daba miedo ir al dentista.

De todos modos, no conviene trivializar sobre este asunto. Para algunas personas, acudir a la clínica dental continúa representando una fobia.

¿Por qué tenemos miedo al dentista?

Un artículo publicado en el periódico La Vanguardia señala que, según las estadísticas, entre un 15 y un 25% de los pacientes tienen temor a acudir a una clínica dental.

La odontóloga Gemma Pons comenta que esto se percibe cuando el paciente, después de haber concertado una visita, tiende a posponerla una y otra vez. Son conscientes de que tienen un problema y han pedido cita en la clínica. Sin embargo, el día que tienen que acudir, llaman por teléfono unas horas antes para anularla, poniendo todo tipo de excusas.

Algunos pacientes, incluso, han acudido a una sesión antes. Hay tratamientos que se interrumpen por el temor que siente el paciente al dentista. Durante la visita, hablan mucho, con la intención de evitar abrir la boca. De repente, cuando parece que todo está encauzado, piden amablemente levantarse para ir al lavabo.

“Hay pacientes que se desmallan” – dice la doctora Pons, – “La anestesia local lleva adrenalina, que al combinarse con la adrenalina natural que ha liberado el paciente por encontrarse en estado de alarma, se dispara la tensión arterial y el cuerpo responde con una bajada de tensión para contrarrestarlo.”

El hecho de estar sentado en el sillón del dentista, a algunas personas les genera crisis de ansiedad. Se acelera el ritmo cardiaco, tienen sudoración fría, el rostro se torna pálido y en los casos más graves pueden llegar a experimentar una taquicardia.

Según algunos expertos, esta es una reacción natural e inevitable. Se debe a que el dentista pasa a operar en una zona vital como la cabeza. En un área con gran sensibilidad como son los dientes y utilizando unos métodos que el paciente percibe como intrusivos.

Si el paciente no se es capaz de controlar el miedo al dentista, la visita supone una experiencia desagradable, que va a intentar evitar por todos los medios.

Claves para superarlo.

Superar este miedo va a suponer un esfuerzo conjunto entre el dentista y el paciente. Estas son algunas claves para controlar el miedo y hacer que vaya remitiendo:

  1. Informarse sobre los tratamientos. Si somos una persona con miedo al dentista y nos vamos a someter a un tratamiento, es recomendable que recabemos información sobre el tratamiento que vamos a recibir y sus posibles efectos secundarios. En la actualidad, por internet, podemos encontrar una amplia cantidad de artículos sobre todos ellos. Una vez en la clínica, es adecuado que hagamos llegar todas nuestras dudas y preguntas al facultativo que nos está atendiendo. Si el dentista percibe preocupación en el paciente, debería informarle de cada paso que va a realizar, así como del funcionamiento de los utensilios médicos que va a utilizar. De esta manera logrará relajar al paciente y aumentar su confianza.
  2. Trasmitir al dentista nuestras preocupaciones. Si tenemos temor a sufrir dolor ante determinada acción, o tememos posibles secuelas de un tratamiento, es necesario que se las comuniquemos al dentista, aunque nos parezcan absurdas. El odontólogo es un profesional y se mostrará comprensivo ante nuestras preocupaciones.
  3. Acuerda un código de signos con el dentista para anunciar las notas de dolor. Si tememos padecer dolor durante la intervención, es bueno que acordemos alguna señal para comunicárselo al profesional. Puede ser, por ejemplo, levantar un brazo cuanto sintamos un pinchazo agudo en el nervio del diente. En el momento en el que el dentista lo perciba, proseguirá con la operación de otra manera.
  4. Solicitar la sedación consciente y otros medios para relajarnos. La sedación consciente es una técnica de anestesia local que se emplea sobre todo en la colocación de implantes. Con este sistema, el área en la que se interviene queda anestesiada, pero el paciente permanece despierto durante toda la intervención. De esta forma puede ver lo que se está haciendo, lo cual le ayuda a controlar los nervios. Si lo solicitamos, esta técnica se puede aplicar en la mayoría de los tratamientos. Si con eso no es suficiente, siempre podemos preguntar al dentista por la toma de otros fármacos que nos ayuden a relajarnos. Aquí es clave que se lo comuniquemos al doctor, puesto que algunos medicamentos pueden ser incompatibles con el tratamiento que vamos a recibir.
  5. Utiliza técnicas de relajación. Aprender y utilizar técnicas de relajación, como ejercicios mentales o de mindfulness, nos pueden ayudar a prevenir los estados de ansiedad antes y durante la visita al dentista. También es bueno que una vez sentados en la silla de la consulta efectuemos una respiración lenta, profunda y pausada que contribuya a relajarnos.
  6. Fijar la hora de la visita. La hora de la visita puede ayudarnos a controlar nuestros miedos. Concertar la visita por la mañana temprano, a primera hora, hace que nos quitemos de encima ese momento que para nosotros resulta embarazoso. Por el contrario, si la visita la concertamos por la tarde, después de trabajar, estaremos todo el día dándole vueltas al asunto, lo cual puede hacer que se dispare la ansiedad.
  7. Llega a la clínica de manera puntual. No debes acudir demasiado temprano. Si estás mucho tiempo esperando en la sala de espera, puede hacer que te obsesiones con tus miedos. Aun así, si te toca esperar, no te quedes con los brazos cruzados. Coge una revista y sumérgete en la lectura de un artículo interesante. A poder ser, que no tenga nada que ver con la odontología.

El precio, otra barrera.

Aunque no es lo mismo que las fobias, este es otro asunto que merece la pena tratar. El Diario de Córdoba señala que 2 de cada 3 españoles opinan que el elevado precio de los tratamientos dentales es el principal obstáculo para acudir al dentista.

Un estudio realizado por la O.C.U., Organización de Consumidores y Usuarios, entre sus socios, determina que solo el 43% de los adultos encuestados afirman acudir al dentista al menos una vez al año.

La salud dental es un servicio asistencial sanitario que no está cubierto por la Seguridad Social. En su aplicación se utiliza tecnología de última generación como medios de diagnóstico por imagen digital, tecnología CAD-CAM en el diseño y colocación de apósitos y el uso de radiografías. A eso hay que añadir toda la maquinaria y la formación de los profesionales, que además de tener estudios universitarios, pasan toda su carrera profesional, actualizándose y reciclándose para estar al tanto de las últimas novedades en el sector.

A nadie se le escapa que es un servicio costoso. Algunos usuarios que lo necesitan no se lo pueden permitir. Otros, prefieren gastarse el dinero en otras necesidades familiares o personales antes que destinarlos a mejorar su salud dental.

Para no restringir el acceso de la mayor parte de la población a la salud dental y también, para ampliar la base de clientes, un cuidado planteamiento de los precios es un tema que deben abordar las clínicas dentales.

En este campo, es interesante que las clínicas ofrezcan soluciones de financiación. Si no pueden parcelar los pagos por sí mismas, siempre pueden intentar actuar como intermediarios para obtener financiación bancaria o de financieras privadas para que el paciente pueda costear el tratamiento.

El uso de promociones es otro de los métodos que emplean algunas clínicas dentales para atraer y fidelizar clientes. En este sentido, algunas clínicas ofrecen descuentos por grupos de edad. El más habitual es aplicar un porcentaje de descuento a pensionistas o a jóvenes menores de 25 años.

Tal y como está desarrollado el sector, muchas de las objeciones que se ponen para acudir al dentista no tienen razón de ser, pero existen.

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