Este fin de semana pasado fue la despedida de soltera de una amiga que, aunque la conozco menos años que a otras, se ha convertido en alguien muy especial para mí. Ana es sevillana, y lleva viviendo en Alicante un par de años porque se mudó aquí con su pareja, Aitor, y le preparamos la mejor despedida del mundo. Al menos en mi opinión.
Hay veces en las que nos empeñamos en buscar agencias que nos organicen las cosas o actividades espectaculares para hacer en grupo que lo único que hacen es subir el presupuesto de la despedida y que, al final, puede que no sean tan necesarias. En esta ocasión, las organizadoras (una amiga y yo) teníamos que contar con algunas primas y un par de amigas que iba a venir desde Sevilla a la despedida de Ana y claro, ya se iban a dejar un buen dinero en el trayecto y el alojamiento así que la fiesta no podía ser demasiado cara para nadie.
La verdad es que al principio estábamos un poco preocupadas porque nos dimos cuenta de que teníamos que descartar casi todo lo que se nos ocurría: karts, spa, paintball, deportes de aventura… todo era demasiado caro y se nos iba de las manos así que, al final, decidimos que lo mejor era hacerlo todo por nuestra cuenta y riesgo. Aquellas que estéis interesadas en todo esto os diré que fue un acierto y que sacamos muchas idead de este artículo, aunque no todas claro está.
Para empezar, en el tema típico de disfrazar a la novia, intentamos no ser malas y que fuera algo especial para ella así que compramos un traje de sevillana entre todas en El Duende De Sevilla para que Ana lo luciera la noche de su despedida y, para nosotras, compramos sombreros rojos de esos de equitación y un clavel a juego.
Toda la jornada
Como era verano, la fiesta empezó en la playa. Fuimos a recogerla a su casa. Lo único que le habíamos dicho es que estuviera preparada para todo (vamos, que se depilara) y cuando llegamos le pedimos que se pusiera el bikini, que cogiera crema solar y que se enfundara en su vestidito de playa más mono.
Parte de nuestro grupo nos esperaba ya en la playa y habían colocado sombrillas y llevado neveras con refrescos y cosas para picar. Al llegar, Ana descubrió que sus primas y amigas de Sevilla la estaban esperando en la playa, por lo que esa fue la primera sorpresa, y la segunda que habíamos alquilado un “Patinete” (hidropedal) para cada 6 chicas con el fin de iniciar la jornada en el agua. Hicimos carreras, saltamos al agua, reímos y lo pasamos muy bien.
Una hora después, ya en la arena, empezó la ronda de juegos. Le cantamos canciones y jugamos al quien es quien, hasta le hicimos pasar una serie de pruebas si quería obtener su regalo para la noche (el traje flamenco). Fue muy divertido.
A las dos, más o menos, fuimos a comer a un chiringuito de playa donde nos habían preparado un menú por 12 euros cada una, más risas, y después devolvimos a la novia a su casa y le dimos dos horas para ducharse, ponerse guapa y descansar un poco.
A las 7 en punto la recogimos y le llevamos su precioso regalo. Cuando abrió el paquete y vio el traje flamenco se le llenaron los ojos de lágrimas. Le dijimos que tenía que ponérselo y nosotras nos colocamos los sombreros y los claveles y, de nuevo a la calle. Fuimos a un bonito parque cercano y nos hicimos mil fotografías, una especie de Photocall divertido que además se quedará como un bonito recuerdo, y a las 20:30 de marcha al restaurante. Menú de 20 euros por cabeza con copa incluida y después un poco de fiesta loca por los locales de moda.
Coste total por cabeza: 60 euros. No está nada mal ¿verdad?
Puede que contratando una actividad la cosa hubiera sido más original pero había que pensar en todas y en la economía de cada una así que me quedo con los bien que lo pasamos y lo mucho que reímos. Personalmente creo que fue una gran elección durante todo el día.