Llego a casa cansada tras un día de trabajo y lo que más me apetece es meterme en el baño, llenar de agua mi bañera y relajarme todo lo que pueda. El remate final, unas buenas velas alrededor. Bonito ¿no? y ¿sabéis cuál es el problema? Que en mi baño sólo hay una triste ducha, muy limpia y muy mona pero una ducha al fin y al cabo. He estado mirando y tras mucho pensar y ajustar presupuestos he pasado de la bañera al spa, porque me lo merezco. He depositado toda mi confianza en Caldarium, unos grandes profesionales del spa.
Y es que estaba harta de entrar en la droguería y ver esas cestas monísimas, e incluso de recibirlas como regalos de navidad o cumpleaños, donde uno de los productos estrella son esas bolas de jabones efervescentes y esas sales de colores que huelen a gloria bendita pero que yo jamás puedo usar a no ser que me haga un baño de pies en la zafa que uso para la ropa delicada.
Por eso empecé a buscar por Internet precios de bañeras y presupuestos de reforma y la verdad es que, aunque no es barato, me pareció que con un poco de esfuerzo podía permitírmelo y di un paso más allá y enloquecí por un momento y busqué presupuestos para montar un pequeño spa en mi cuarto de baño y, como era de esperar, la cosa subía económicamente pero no tanto como para no planteármelo y cuando encontré Caldarium me lié la manta a la cabeza y me lancé a la aventura.
Es un lujo, sí, hasta ahí estamos todos de acuerdo, pero es que más que un deseo se había convertido en un sueño que necesitaba realizar y convertirlo en realidad así que no me quedaba más remedio que ahorrar y llevarlo a cabo.
¿Os imagináis lo que será entrar por la puerta de casa desvistiéndome ya porque sé que en la siguiente puerta a la izquierda me espera todo un spa para mí solita? Yo estoy contando los días que faltan para que me lo instalen y empezar a disfrutar de este lujazo porque no veo el momento de meter los pies dentro.
Y es que a veces hay que darse estos caprichos porque, de lo contrario, ¿para qué haces nada? Te pasas la vida trabajando y ocupando nuestro tiempo en miles de cosas, algunas para mejorar nuestra calidad de vida sí, pero la mayoría de las veces todo se reduce a trabajar muy duro para mejorar económicamente y entonces ¿qué nos queda? ¿un par de horas libres al día? A veces ni eso y cuando pensamos que son 24 las horas que tiene ese día nos entran ganas de llorar, al menos a mí.
Así que no os cortéis y organizaros de modo que, de vez en cuando, podáis cumplir ese sueño que tenéis desde hace tiempo o simplemente daros ese capricho que tantas veces habéis pospuesto esperando un momento mejor o más oportuno, porque a lo mejor no lo habrá nunca.