Preparar una boda nunca es tarea fácil y mucho menos cuando la novia es de estas que se fijan hasta ene le último detalle. Aunque he de añadir que el novio tampoco se queda corto en estos temas. Es un chico muy “chic”. Con el rollo ese de que a mí me gusta organizar cosas, preparar e inventar, y yo muy creativa, mi prima pequeña me ha pedido que organice su boda. Y me lo dijo sin paños calientes, a lo burro, con la seguridad de que yo le diría que sí. Y tenía razón.
El problema es que pide demasiado y yo no quiero defraudarla, en nada. Quiere hacer tanto la ceremonia como el banquete en el mismo lugar y, además, quieres que esa localización tenga espacio para alojar a los familiares que residen en otras provincias. Quiere que sea un enclave bonito, singular, original y donde no haya habido demasiadas bodas para asegurarse de que sería la primera vez que sus invitados asistirían a una boda en ese lugar. Demasiadas variables a tener en cuenta ¿no?
Ya estaba a punto de volverme completamente loca, cuando me hablaron del Mar Menor Golf Resort, un espacio amplísimo que contaba con casi todos los servicios que mi exigente prima demandaba. Se trata de un resort de lujo con habitaciones y apartamentos alquilables que podrían albergar a cualquier familiar que estuviese interesado en pasar allí la noche. Además, cuando llamé para informarme sobre todo este asunto, me dieron todas las facilidades del mundo, previo pago, claro está, pero como a mi prima el dinero no era algo que le preocupara demasiad, no me detuve demasiado en pensarlo. Sólo localicé lo que quería y me puse manos a la obra.
Fui su wedding planner personal, que no profesional, pero todo salió pedir de boca. Le organizamos muchísimas sorpresas y decoramos el jardín, donde se celebró todo, con preciosas flores y elegantes telas blancas. Quedó todo muy ibicenco, como ella quería. Y, en medio, unas enormes letras con sus nombres que encargué en Rótulos de Corcho y que quedaron chulísimas.
Pero siempre hay algo malo
El problema es que todo su Yin tiene su Yan, y si todo estaba saliendo tan idílico tendría que pasar algo malo para compensar un poco la balanza. Eso es lo que yo me estaba temiendo todo el rato y, a pesar de que no quise ser supersticiosa, tuve más razón que un Santo. Lo bueno es que lo que salió mal no era cometido mío y, por lo tanto, no tuve nada que ver ene l estropicio.
Mi prima había encargado dos vestidos de boda diferentes. Uno, muy ceremonial, tenía un corte clásico y pomposo, al estilo de la Princesa Sisí Emperatriz o de las Meninas de Velázquez. Y luego se compró un segundo vestido, que debía ponerse justo tras el baile nupcial, mucho más cómodo, para disfrutar a lo grande de la fiesta. Se trataba de un vestido de estilo ibicenco, sencillo pero precioso, lleno de adornos y transparencias pero, llegó mal, muy mal. Para decirlo suavemente podría decir que se encogió por el camino y siendo un poco bestia os podría decir que mi primera se había comido a mi prima y eran dos primas juntas… en otras palabras: la modista se equivocó con los últimos retoques y la novia no cabía en su traje, de ninguna manera.
La pobre se llevó un disgusto brutal porque tuvo que seguir con su traje a lo Sisí Emperatriz durante toda la fiesta y, aunque estaba preciosa, no era lo que ella tenía pensado. Lo peor de todo es que yo estaba feliz y me sentía culpable. No podía evitarlo pero salió algo mal, como yo predije, pero yo no tuve nada que ver en eso y por eso era la persona más feliz del universo entero.